Dirección y guión: Werner Herzog
Música: Popol Vuh
Fotografía: Jörg Schmidt-Reitwein
Reparto: Klaus Kinski, Isabelle Adjani, Bruno Ganz, Jacques
Dufilho
Fascinante. Me gusta bastante el Drácula de Coppola, pero
la versión de Herzog es para mi la mejor película de vampiros rodada hasta el
momento. Recuerdo que me dormí en el cine viendo la versión de Murneau. En su
momento sería una maravilla y reconozco que tiene imágenes impactantes, pero su
ritmo es para gente valiente y animosa. Y no es que Herzog imprima ningún ritmo
especialmente acelerado a su film, en este sentido es muy europeo, pero plantea
una narración esquemática y precisa, con los diálogos justos y un tiempo que se
agota antes de cansar. Son las imágenes las que nos guían a través de la
historia y sus mensajes, mientras que la música hipnótica de Popol Vuh nos
suspende hipnóticamente en una atmósfera mistérica y envolvente. Pero vamos por
partes.
Expresionismo. En 1922 F.W. Murnau rodaba Nosferatu, eine Symphonie des Grauens,
en España conocida como Nosferatu, el
vampiro, una de las obras maestras del expresionismo alemán. El movimiento
expresionista surgió a principios del s. XX como corriente artística. Para mí
es una suerte de romanticismo barroco simplificado. No importa tanto la
realidad como la expresión de los sentimientos, y para ello deforma la realidad
hasta conseguir la expresividad y potencia necesarias conducentes a alcanzar el
entendimiento de la emoción subjetiva. En el cine este expresionismo se
consiguió mediante la distorsión de los decorados, el maquillaje o los
movimientos convulsos y exagerados de los personajes (aunque el Nosferatu de Murnau
se rodó en decorados naturales) y los ambientes tratan de recrear el estado
anímico de los intérpretes, en los que la soledad y la amargura son elementos
característicos, de tal manera que los sentidos nos conduzcan inexorablemente
hacia el mundo interior de los personajes. Herzog pensaba que el Nosferatu de
Murneu era la mejor película alemana de todos los tiempos y su versión trataba
de ser un homenaje a su obra. Así, ha recreado algunas escenas
expresionistas realmente impactantes, especialmente aquellas en las que aparece
el Nosferatu, como la primera cena en el castillo, con el increíble rostro de
Klaus Kinski en primer plano, o el encuentro con Lucy Harker, donde una
sombra sin reflejo se acerca inquietantemente.
Romanticismo. Aunque el expresionismo comprende una visión
más bien negativa del ser humano, en la relevancia que da a lo subjetivo
emparenta bastante bien con el romanticismo. En nuestra historia se expresa a
través de la relación de Harker con su esposa, quien en su pureza por amor
llega a auto inmolarse en una relación de alto voltaje sexual con el vampiro. Este
romanticismo en el campo de las relaciones, se expresa a mi entender de un modo
muchísimo más intenso cuando el hombre se enfrenta a la naturaleza. Es un elemento presente en la obra de Murnau,
pero Herzog, gracias al uso del color, le da un sentido pleno y muy alemán. Y
aunque no sabría muy bien como expresar esto en palabras, lo puedo simplificar
si afirmo que, las imágenes de la naturaleza en el film, los densos bosques,
las montañas y cascadas, las gargantas, la niebla sobre el desierto, o las
imágenes del castillo en ruinas y el barco atracando en el canal, me recordaban
vívidamente las experiencias estéticas y emocionales que tuve en la Alte Nationalgalerie de Berlín ante
los cuadros de Schinkel, Bocklin o Friedrich.
Se trata de ese sentimiento de lo sublime, de la pequeñez del hombre frente a
la fuerza arrolladora de la naturaleza y que en este film cumple una función
muy precisa.
Lo natural frente a lo antinatural. Uno de los episodios más
fascinantes de la historia de Drácula se recrea en esta película de un modo
maravilloso. Se trata del viaje que realiza Harker, desde la burguesa, humanizada
y convencional ciudad de Wismar hasta el castillo en ruinas de Drácula, lugar
que los habitantes de la zona identifican con el mal absoluto. PAara llegar de lo humano a lo no humano, Harker habrá de atravesar la naturaleza, que aparece como una especie de embudo que separa ambos mundos. Para llegar allí
no encontrará la ayuda de nadie (excelente escena con el cochero) y habrá de obviar también los prejuicios y supersticiones humanas. Abandonando los caminos convencionales atravesará montañas, bosques, cascadas y
gargantas hasta alcanzar su objetivo. Una naturaleza que se contrae hasta
conducir al hombre al reverso oscuro. La inmensidad hace de espacio divisor entre
dos mundos, como si el uno fuera el inverso del otro. Los reflejos tienen una
significación precisa en la obra: las casas se reflejan en los canales, el
carro tirado por caballos y el camino se reflejan en el pantano. Nosferatu no se
refleja en ningún lado. Sólo su sombra, el negativo de su presencia, se ve en
el espejo ante el que Lucy se acicala. El vampiro es explícitamente
identificado en una lectura de Lucy como “lo antinatural”.
Una historia faústica y alemana. Las conexiones entre el
Fausto de Goethe y el Drácula de Stoker son evidentes, al establecer una
relación entre la perversión maléfica que implica la eternidad, así que no es
extraño que los alemanes hayan realizado dos de las mejores versiones cinematográficas
de la novela del escritor irlandés. Herzog ha añadido un toque folk,
conviertiéndo a Nosferatu en una especie de Flautista de Hamelin inverso.
La música. Durante una época me interesé por un estilo musical cuyo nombre comercial no acabo de recordar, pero que yo calificaría de arcana, mistérica, oscura. Estoy hablando de grupos como Dead Can Dance, Ellend, Arcana, Ataraxia o Rajna. Popol Vuh empezó como banda de krautrock, la variante germana del rock sinfónico y, aunque han acabado haciendo música electrónica bastante convencional, tuvieron un extenso momento de música esotérica y religiosa, muy próxima a lo que luego fue la New Age. Brüder des Schattens, Söhne des Lichts, banda sonora de nuestra película, estaría dentro de este período compositivo, pero tiene un grado de oscuridad que lo acerca plenamente a las músicas arcanas antes aludidas. Las imágenes de las momias con el trasfondo de su partitura, al principio del film, atrapan de un modo inquietante y sobrecogedor y nos acompaña a lo largo de todo el film, como cuando aparecen esas imágenes de murciélagos en la noche. Es un elemento expresionista que a nadie se le pasará por alto y uno de los valores a resaltar de la cinta.
Pictorialismo. Ya he aludido al expresionismo y el romanticismo
de la película. Pero quisiera hacer hincapié en que la película está llena de
cuadros maravillosos. También quisiera destacar que, al contrario que otros
directores que se dedican a pintar cuadros en sus películas de un modo un tanto
vacuo (pienso en Greenaway) las imágenes de Herzog tienen pleno sentido en el
desarrollo de la narración, de hecho la van configurando. Así, la imagen hierática
y silenciosa de Isabelle Adjani ante la ventana, esperando cual Penélope a su
Ulises, es de una belleza perturbadora. Pero hay otros muchos, como la última
cena de los habitantes condenados por la peste, algunas de las escenas con los
gitanos, la aludida travesía de la naturaleza o algunos fotográmas de la ciudad
holandesa donde se rodó el film.
Actores. El Nosferatu de Herzog está lejos de ser una obra
maestra. La fascinación que pueda producir no puede ocultar sus defectos. La
interpretación es uno de ellos y la culpa hay que achacarla al director, más
ocupado en otros asuntos. Ni Klaus Kimski (un pelín exagerado), ni Isabelle Adjani (cuya inquietante belleza
descubrí en La Reina Margot) , ni Bruno Ganz (el inolvidable personaje de el Cielo sobre Berlín) realizan sus mejores actuaciones, aunque están
correctos y tienen momentos memorables.
Derechos de autor. Es una anécdota conocida que el
primer Nosferatu cambió el nombre de todos sus personajes porque Murnau no pudo
hacerse con los derechos de Drácula. La
viuda de Bram Stoker, lo demandó y la mayoría de las copias fueron destruídas.
Aunque los derechos habían prescrito cuando Herzog realizó su versión, ni la
estructura ni los nombres de los personajes se adecúan a la novela ni a la
versión de 1922. Herzog optó por una versión muy simplificada de la historia,
lo cual es uno de sus grandes valores.
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