Los fotógrafos amateurs nos encontramos con múltiples
inconvenientes, desde las limitaciones técnicas propias de quien conoce
sucintamente las propiedades de la luz y las posibilidades de su cámara, hasta
la luz cenicienta de un día de invierno capaz de apagar el brillo de alguna buena
composición.
Cuando volví de un viaje a Roma y vi las fotos que había tomado,
en un mes de diciembre poco luminoso, comprobé que algunas fotografías estaban
bien compuestas, pero carecían de, como decirlo, la felicidad que había
experimentado al tomarlas. Fue entonces cuando recordé un viejo libro, Grand Tour. Viaje a Italia, de Antonio
Colinas y Joaquín Lledó. En él aparecían unos grabados en color y blanco y
negro maravillosos. Pensé que no sería muy difícil conseguir efectos parecidos
con Photoshop, así que me puse manos a la obra y obtuve unos resultados
interesantes.
No son grabados ni pinturas, aunque haya imitación de por medio.
Son fotografías bastardas, simuladoras, en cierto modo una excusa que trata de
recuperar el brillo, la emoción, la gracia, que se siente cuando se contemplan
estos lugares.