Título
original: This must
be the place.
Dirección: Paolo
Sorrentino.
Países: Italia,
Francia
e Irlanda.
Año: 2011.
Duración: 118 min.
Género: Comedia
dramática.
Interpretación:
Sean Penn (Cheyenne), Frances McDormand (Jane), Eve Hewson (Mary), Judd Hirsch (Mordecai), Kerry Condon (Rachel), Harry Dean Stanton (Robert Plath), Joyce Van Patten (Dorothy
Shore), David Byrne (él mismo), Olwen Fouéré (madre de Mary), Shea Whigham
(Ernie Ray).
Guion: Paolo Sorrentino y Umberto Contarello; basado
en un argumento de Paolo Sorrentino.
Producción: Francesca Cima, Nicola Giuliano y Andrea
Occhipinti.
Música: David Byrne, con letras de Will Oldham.
Fotografía: Luca Bigazzi.
Estreno en España: 11 Mayo 2012.
Esta es una película de esas que puede dividir a los
espectadores hasta el punto de que el lector de las diferentes críticas no se
haga una idea precisa de si el film merece o no la pena. Y es que la película
es decididamente extravagante, moviéndose en todo momento en los límites de lo ridículo,
lo sensible y lo absurdo y, claro está, cada espectador tiene sus límites de
tolerancia en distintos niveles. Personalmente me dejé llevar por unas imágenes
estupendas y una banda sonora maravillosa, y me adentré en la narración sin
grandes exigencias, aceptando los elementos inusuales que se iban mostrando ante mi
y puedo decir que, pese a sus deficiencias, pasé un buen rato en el cine.
Una adolescencia inacabada. Los excesos durante la juventud
y algunas de las consecuencias de aquella vida, han dejado a
Cheyenne, ya cincuentón, en una especie de purgatorio emocional del que no
puede escapar. A la separación que suele producirse en los adolescentes con
respecto a sus padres, les sucede un rencuentro en la edad adulta que Cheyenne
no ha podido completar. Este es el tema central de una larga presentación en la
que se nos muestran algunos otros matices, como el instinto vengador y
competitivo del personaje, o su preocupación y sensibilidad por las personas
que le rodean.
Una comedia sobre el Holocausto. Cheyenne construyó desde
los 15 años un personaje extravagante que le separó de su padre, un judío
ortodoxo, hasta el punto de dejar de hablarse durante 30 años. A través de un
acto de venganza, tratará de reconciliarse con su pasado y cerrar heridas. Así
se inicia una road movie que lleva al personaje por la América profunda en
busca de un nazi de las SS. Pese a su aspecto ridículo, las personas con los
que se va encontrando le aceptan y le ayudan, de un modo u otro, a cumplir su
objetivo, en una sucesión de momentos absurdos y divertidos.
¿Una historia profunda? Aunque la película trata temas
importantes como la identidad, el perdón o el Holocausto desde la delicadeza y
el respeto, huyendo de la sensiblería fácil y el convencionalismo, lo
extravagante del planteamiento y de algunas situaciones, la introducción de
elementos absurdos que nada aportan a la narración, o un final convencional en
el que todo parece encajar, nos hacen sentir que no estamos ante una historia
auténtica y honesta, sino ante un entretenimiento arriesgado con el que unos se
sentirán más cómodos que otros.
Sobre las actuaciones. La película está llenos de personajes
secundarios, algunos excelentes, como el viejo nazi o la madre ante la ventana.
Pero el peso, sin duda, lo lleva en exclusiva Sean Penn y a este respecto mi
sensación es totalmente ambivalente, porque aún reconociendo que el personaje
de Cheyenne es francamente difícil, opino que el actor no ha logrado una
actuación convincente y así se suceden escenas magníficas junto a otras exageradas en exceso (eso que llaman sobreactuar).
Recomendación: es imprescindible ver esta película en v.o.